domingo, 21 de junio de 2009

La Justicia


1. ¿Qué es la Justicia?

La Justicia es la virtud fundamental la cual establece una armonía absoluta y permanente en las relaciones sociales. El ser humano sólo podrá lograr una convivencia ideal, o sea una situación de bien común con todos sus semejantes, en cuanto sus relaciones estén sustentadas en la Justicia.

La justicia no es el dar o repartir cosas a la humanidad, sino el saber decidir a quien le pertenece esa cosa por derecho. La justicia es ética, equidad y honestidad. Es la voluntad constante de dar a cada uno lo que es suyo.

El concepto de justicia tiene su origen en el término latino iustitĭa . La justicia es aquello que debe hacer según el derecho, la razón y la equidad, puesto que es una de las 4 virtudes cardinales que se inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece.

La teoría de la justicia se sustenta en el "principio de la correspondencia", es decir, del "pertenecer". Es justo algo en cuanto a uno le corresponde. Así Ulpiano definió a la Justicia como la voluntad de dar a cada uno lo suyo. En efecto, la Justicia implica dar a cada uno lo suyo, o sea de darle lo que le corresponde; no obstante esta situación de dar no comprende la esencia exacta de la Justicia, toda vez que "dar" a cada uno lo suyo, esto es la Justicia, para alcanzar el bien común, no es el equivalente del poseer cada uno lo suyo, es decir la Justicia completa, ya realizada, no como medio. La Justicia, entonces, no es un medio para alcanzar el bien común, sino que es en sí mismo el bien común. Así, no es un proceso dirigido a buscar el bien común, sino es él en sí mismo.

La Justicia es una situación ideal a la cual aspira llegar el hombre en general, de lo cual podemos hablar de un estado o de una situación íntegramente regido por esta virtud. Esa situación es la manifestación del bien común, es decir, en donde los seres humanos conviven en armonía puesto que tienen lo que les corresponde, o lo que deben tener. Cada hombre, teniendo lo que le pertenece, armoniza sus pretensiones con sus semejantes que, claro está, también tienen lo que les pertenece. De aquí se deriva la armonía de la convivencia o el bien común. Así, es esencial tener presente que la Justicia en su esencia exacta no se trata de una cuestión filosófica de "dar" -que por lo demás no se sabe ni a quién, ni el porqué- sino de una situación de "estar" conforme a lo ideal de la aspiración, es decir la armoniosa convivencia, o dicho de otra manera "estar" en esa situación, "teniendo" lo que se debe "tener", esto es lo que le "corresponde".

La Justicia en ese estado armónico de convivencia de los seres humanos con sus semejantes, no siempre equivale a igualdad entre todos, pues a unos les puede corresponde más que a otros, o a éstos, cosas diferentes que a los primeros, sino en sí al tener cada quien lo que le corresponde -principio de correspondencia-, es decir, en cierta manera, a aspectos equitativos.

Una persona justa, entonces, es aquella que se rige y fundamenta en la Justicia, y tiene lo que en realidad debe tener, y da a otros exactamente lo que les corresponde. Una comunidad es justa en cuanto las personas tienen lo que es suyo, o lo que les corresponde, -ya que, claro está, todo lo que le corresponde a un hombre es suyo- formando una convivencia armónica.

Por otra parte, la injusticia es aquella situación que vulnera el principio de correspondencia, es aquel status no equitativo, en el cual ha habido distorsiones del principio fundamental y que, consecuentemente, originó desequilibrio en el "tener" lo que realmente le corresponde a cada uno. Un acto es injusto en cuanto no de a cada quien lo suyo.

La justicia es aquel conjunto de normas y reglas que permiten regular las conductas entre las personas, permitiendo, avalando, prohibiendo y limitando ciertas conductas o acciones en el actuar humano o con las instituciones, sin embargo, es a partir de las ciencias del derecho, que resulta bastante complejo lograr una definición única en torno a este concepto, ya que esta depende de múltiples factores, además, existen tantas definiciones como autores, ya que la justicia depende de un contexto en particular, donde se desarrollan experiencias, circunstancias y situaciones bastante diversas, sin embargo, cada una de estas definiciones hace que salgan a la luz valores como la libertad, la verdad, la paz y la democracia.

¿En dónde se encuentra plasmada la Justicia dentro de esta convivencia humana? La respuesta no se hace esperar, la Justicia se encuentra plasmada en el Derecho, pues éste es quien, con sus normas, busca como fin dar Justicia a todos los miembros de una sociedad, pues el medio para alcanzar la Justicia es evidentemente el propio Derecho.

El Derecho es justo por naturaleza, tal como lo afirmaran los iusnaturalistas. La ley, en cambio, trata de serlo. Aquí hay que hacer una aclaración, que no es lo mismo ley que Derecho; porque toda ley es Derecho, pero no todo Derecho es ley. La ley es una parte del Derecho, ella surge de él, por lo que es necesario no incurrir en el error de catalogarlos como sinónimos.

La justicia es el valor por el cual la persona se esfuerza constantemente para dar a los demás lo que es debido de acuerdo con el cumplimiento de sus propios deberes y de acuerdo con los derechos personales. Es dar a cada quien lo que le corresponde.

Decía Aristóteles: La justicia es la mesura, simbolizada por la balanza, es decir, por el equilibrio y la proporción: a cada uno su parte, ni mucho ni poco.

Si queremos ser cada vez más justos: Juguemos siguiendo las reglas, tomando turnos, compartiendo y escuchando lo que dicen los demás. No tomemos ventaja de otros.

Antes de decidir tomemos en consideración a todos y no culpemos a otros por algo que ellos no hicieron.

Desarrollemos nuestro sentido de lo que está bien y lo que está mal. Seamos honestos, rectos, compasivos y humanos. Reconozcamos nuestros derechos y deberes y los de los demás.

Una historia en la Biblia nos ilustra lo que es la justicia: Un día se presentaron ante el Rey Salomón dos mujeres, diciendo cada una ser madre de un pequeño niño y pidieron que él decidiera cual de las dos se quedaría con el bebé.

Salomón mandó a buscar una espada y pidió a un guardia que partiera al bebé en mitades iguales y dar una mitad a cada una de las mujeres. A la primera de las mujeres esto le pareció justo, pero la segunda pidió llorando que no le hicieran daño al niño y que se lo dieran a la otra mujer.

Entonces el Rey dio su sentencia y dijo: “Dadle el niño a la segunda mujer, ella es su verdadera madre”.

Ser justo no es una tarea fácil, se requiere mucha firmeza y compasión al mismo tiempo.


LA JUSTICIA DEL REY


En un país muy lejano, hace mucho, mucho tiempo, gobernaba un joven rey con mucha sabiduría. Era querido de todos sus súbditos por su generosidad y justicia.

Nadie de su reino pasaba hambre porque su palacio estaba abierto cada día para servir una copiosa comida a todos los peregrinos, trotamundos e indigentes.

Un día, después de la comida ordinaria, un mensajero del rey les anunció que al día siguiente era el cumpleaños de su majestad, que éste comería con ellos y que al final del espléndido banquete, todos y cada uno recibirían un regalo. Tan sólo se les pedía que subieran a la hora acostumbrada con alguna vasija o recipiente llenos de agua para echarla en el estanque del palacio.

Los comensales estuvieron de acuerdo en que la petición del rey era fácil de cumplir, que era muy justo corresponder a su generosidad y ... si encima les hacía la gracia de un obsequio, mejor que mejor.

Al día siguiente, una larga hilera de mendigos y vagabundos subía hacia el palacio del rey llevando recipientes llenos de agua. Algunos de ellos eran muy grandes, otros más pequeños y alguno había que, confiando en la bondad del rey, subía con las manos libres, sin un vaso de agua...

Al llegar a palacio vaciaron las diversas vasijas en el estanque real, las dejaron cerca de la salida y pasaron donde el rey les aguardaba para comer.

La comida fue espléndida. Todos pudieron satisfacer su apetito. Finalizado el banquete, el rey se despidió de todos ellos. Se quedaron estupefactos, de momento, sin habla, porque esperaban el regalo y éste no llegaría si el rey se marchaba.

Algunos murmuraban, otros perdonaban el olvido del rey que sabían que era justo y alguno estaba contento de no haber subido ni una gota de agua para aquel rey que no cumplía lo que prometía.

Uno tras otro salieron y fueron a recoger sus recipientes. Ah ¡Qué sorpresa se llevaron! Sus vasijas estaban llenas, llenitas de monedas de oro. Ah ¡Qué alegría! los que habían acarreado grandes cubos y Ah ¡qué malestar! los que lo trajeron pequeño o se presentaron con las manos vacías.

Y cuentan los anales del reino que en aquel país no hubo más pobres, porque con las monedas del rey pudieron vivir bien y otros comprarse tierras para trabajar y los que se quedaron sin nada se marcharon para siempre de allí.

Anónimo

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